lunes, 22 de marzo de 2010

Deseo de una madre….


Para muchos de nosotros es importante tener niños saludos, cuales tengan los mejores resultados y alguna vez nos ponemos molestados cuando tomaron un punto menos a un trabajo; para la madre de Albert Roman el mayor deseo es que ella sea su madre muchos años más adelantes, no lo interesan las notas sacadas a la escuela y la nota máxima que la obtenga después de la sesión de quimioterapia al “examen…. a VIDA.”

Quisiera que no existan motivos para cuales cuento lo que sigue saber, quisiera que no exista más la sección oncológica – pediatría por causa de la crisis económica, que no tenga más “clientes” y el personal de allá que múdese en las salas de nacimientos donde toda la gente espera con goza los primeros signos de una nueva vida. Ciertamente, es normal que deseamos todo esto, es normal que ni deseemos imaginar lo que hubiéramos hacer si dentro de una semana hubiéremos descubrir un diagnostico tan terrible de una persona querida. ¡? Tal vez de nuestro hijo?! … ¡NO! ¡NO se puede!... Pero el 27 de diciembre, entre Navidad y Año Nuevo, visitaremos el salón del VII piso del Hospital Fundeni y, por lastima, constatamos que se puede.

“Cuando oí del diagnostico de Albert, sentí que se va toda mi vida…” No puede más continuar decirme lo que siente… ni podría imaginar alguna pregunta, ni sé si ella quiere que se sepa lo que siente, o que entienda ella misma u otra persona. Toda la energía de esta madre, todos los pensamientos, todas las preguntas son relacionadas con la enfermedad de su hijo: LMIV – la terrible enfermedad para cual tendrá que intervenir al extranjero. “El pasado verano era gordito y hermoso, estaba corriendo y jugando. Ninguna vez me imaginó que podría estar enfermo”, nos dice la madre de Albert. “Incluso fue el más gordito entre los todos” (Albert tiene más una hermana y un hermano) “Don Doctor dice que 80% de los casos se curan”… Esto le da esperanza y valentía, coraje para que asista a todos los episodios por cuales pasa como consecuencia del tratamiento y tiene confianza que los hombres van a ayudarle para recoger los dineros necesarios a la intervención quirúrgica del extranjero.

Albert tiene una sonrisa de travieso cuando se encuentra con Alexandra (el fotógrafo), sé que se puso “el mimado, acariciado” de todos, a menudo habla por teléfono con sus hermanos, trabó amistad con los compañeros de salón, pero se pone triste cuando se recuerda por que no se va más a la escuela de párvulos. Lo miras y crees que viviste en vano – no entendiste más que un niño de 5 años: es más fuerte que 20 adultos cuales se ponen airados, molestados de quién sabe qué razón, a veces banal.

“Dé el Dios que todos los niños de este mundo sean bien, para que sea bien el mío también” Así implora todo el tiempo la madre de Albert y muchas otras madres halladas en las mismas situaciones. “Todos mis problemas de antes no siguen existiendo, son nada frente de este problema, pero no cedimos, va a luchar con el tratamiento, restamos aquí cuanto es necesario, las fiestas, celebraciones los vamos a pasar aquí, nada importa, solo el sea bien”… DESEO DE UNA MADRE para su niño, para todos los niños del mundo.

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